Con estupor, miró balcón abajo. ¿Cómo podía haberle pasado?. Ya había perdido la cuenta de la cantidad de coches y lapiceros que habían perecido de esta cruel manera. Lo sabía, lo que caía nunca volvía a subir. Se incorporó todo indignado. Tensó todos los músculos de su cuerpo y apretando con fuerza cejas, dientes y puños, se sintió enrabietar. Todo rojo gritó: “¡Yaya!”. Sabía que era inútil el intento, pero por probar no perdía nada. Tal vez su judeña abuela, la Dionisia, se pusiera en jarretas, rumiara un poco y le fuera a buscar su precioso Renault 5 Alpine Turbo. Pero todos andaban un poco ocupados. Iba a ser difícil que le atendieran.
El sol ya apretaba y eso que julio no había hecho más que empezar. La piscina de las viviendas estaba a reventar. Carlos, el hermano de el Rummenigge, hacía horas que andaba tirándose de cabeza y buceando. A él, no hubo manera de convencerlo. Con lo bien que estaba en su balcón, como para bajar a la piscina estaba él. El Rummenigge no entendía muy bien tanto alboroto. A él tan sólo le preocupaba su pequeño tesoro: su colección de coches de juguete. No hacía mucho, en mayo para su cumpleaños, le habían regalado un parquing con sus cuestas, sus plazas de aparcamiento y su barrera de acceso y salida. Todo lo demás le importaba un bledo. Y la inmensidad que distaba del balcón a la calle le había arrebatado uno de sus coches preferidos.
Toda la familia se estaba preparando para pasar unos días en el pueblo y huir del asfixiante calor barcelonés. Dionisia lo anhelaba, ya echaba de menos jugarse unos durillos al julepe con las del pueblo. Su madre sólo deseaba que fuera un ir y volver. Carlos padre tenía que trabajar. Este año lo de pillarse vacaciones en la Seat iba a ser un poco difícil. Llevaría a los zagales y a madre; y él y Sole se volverían a Barcelona. El Rummenigge ignoraba lo que le esperaba. Le iban a sacar de su parque de juegos al aire libre y no se iba a poder librar. No ir a la piscina era una cosa pero no ir al pueblo era otra. El año anterior había estado pero no se acordaba muy bien. Sole si que se acordaba. Menudo disgusto cuando lo fueron a buscar. Un día memorable aquel. Se escondió tras las faldas de la Dionisia y mirándola, con ojos asustados, dijo “Yaya, ¿quienes son estos señores?”.
Meterlo al coche fue una odisea. Se resistió. Aunque no tanto como toda la familia se pensaba. Bastó decirle que una impresionante Motoreta roja le esperaba en el pueblo. ¡Una G.A.C! ¡La bicicleta de los chicos malos del barrio, la Harley de las bicicletas! Cuando montabas en ella y el viento te daba en la cara, te sentías el rey de la calle. O por lo menos eso decían por el barrio. Se pasó todo el viaje pensando en ella y en sus características técnicas, avanzadísimas para su época, por cierto. Como iba a fardar. Se podía plegar y tenía un asiento enorme. Se iban a pegar todos por ir de paquete. Pero lo que más le molaba de su futura, y primera bici, eran sus muelles de horquilla. Eran falsos, vale. Solo adornaban, vale. No servían de suspensión, vale. Y ¿qué?. Esa bici era la bici por excelencia. Lo tenía todo pensado, nada más llegar, la probaría y después le daría el toque maestro. Porque lo único que necesitaba una Motoreta era un cacho de botella de plástico golpeando en los radios. Bajó la ventanilla y el pelo se le empezó a mover. Se imaginó haciendo una carrera. Él y Carlos. Seguro que ganaba a la BMX de ruedas azueles de su hermano. Estaba seguro, lo sabía. Eso nunca pasaría, Carlos, era mayor, mas fuerte y con más mala leche; siempre le ganaba. Lo que sí pasó y no sabía es que ese verano marcaría su destino. Dejaría de llamarse El Rummenigge y pasaría a llamarse El Rata.
Cumpliste años hace unos días. El martes concretamente. Te llamaron mucho pero estuviste solo. Espero que te guste esta entrada, la he hecho pensando en ti. FELIZ CUMPLEAÑOS.
El sol ya apretaba y eso que julio no había hecho más que empezar. La piscina de las viviendas estaba a reventar. Carlos, el hermano de el Rummenigge, hacía horas que andaba tirándose de cabeza y buceando. A él, no hubo manera de convencerlo. Con lo bien que estaba en su balcón, como para bajar a la piscina estaba él. El Rummenigge no entendía muy bien tanto alboroto. A él tan sólo le preocupaba su pequeño tesoro: su colección de coches de juguete. No hacía mucho, en mayo para su cumpleaños, le habían regalado un parquing con sus cuestas, sus plazas de aparcamiento y su barrera de acceso y salida. Todo lo demás le importaba un bledo. Y la inmensidad que distaba del balcón a la calle le había arrebatado uno de sus coches preferidos.
Toda la familia se estaba preparando para pasar unos días en el pueblo y huir del asfixiante calor barcelonés. Dionisia lo anhelaba, ya echaba de menos jugarse unos durillos al julepe con las del pueblo. Su madre sólo deseaba que fuera un ir y volver. Carlos padre tenía que trabajar. Este año lo de pillarse vacaciones en la Seat iba a ser un poco difícil. Llevaría a los zagales y a madre; y él y Sole se volverían a Barcelona. El Rummenigge ignoraba lo que le esperaba. Le iban a sacar de su parque de juegos al aire libre y no se iba a poder librar. No ir a la piscina era una cosa pero no ir al pueblo era otra. El año anterior había estado pero no se acordaba muy bien. Sole si que se acordaba. Menudo disgusto cuando lo fueron a buscar. Un día memorable aquel. Se escondió tras las faldas de la Dionisia y mirándola, con ojos asustados, dijo “Yaya, ¿quienes son estos señores?”.
Meterlo al coche fue una odisea. Se resistió. Aunque no tanto como toda la familia se pensaba. Bastó decirle que una impresionante Motoreta roja le esperaba en el pueblo. ¡Una G.A.C! ¡La bicicleta de los chicos malos del barrio, la Harley de las bicicletas! Cuando montabas en ella y el viento te daba en la cara, te sentías el rey de la calle. O por lo menos eso decían por el barrio. Se pasó todo el viaje pensando en ella y en sus características técnicas, avanzadísimas para su época, por cierto. Como iba a fardar. Se podía plegar y tenía un asiento enorme. Se iban a pegar todos por ir de paquete. Pero lo que más le molaba de su futura, y primera bici, eran sus muelles de horquilla. Eran falsos, vale. Solo adornaban, vale. No servían de suspensión, vale. Y ¿qué?. Esa bici era la bici por excelencia. Lo tenía todo pensado, nada más llegar, la probaría y después le daría el toque maestro. Porque lo único que necesitaba una Motoreta era un cacho de botella de plástico golpeando en los radios. Bajó la ventanilla y el pelo se le empezó a mover. Se imaginó haciendo una carrera. Él y Carlos. Seguro que ganaba a la BMX de ruedas azueles de su hermano. Estaba seguro, lo sabía. Eso nunca pasaría, Carlos, era mayor, mas fuerte y con más mala leche; siempre le ganaba. Lo que sí pasó y no sabía es que ese verano marcaría su destino. Dejaría de llamarse El Rummenigge y pasaría a llamarse El Rata.
Cumpliste años hace unos días. El martes concretamente. Te llamaron mucho pero estuviste solo. Espero que te guste esta entrada, la he hecho pensando en ti. FELIZ CUMPLEAÑOS.
Qué decirte si ya te lo he dicho todo. Qué regalarte si sólo piensas en un movil. Un te quiero, que sirve para las dos cosas. XD
ResponderEliminar¿Te ha gustado el relato?
¿Te ha gustado la imagen?
Palabras bonitas y recuerdos bonitos.
Tendrás 31 pero sigues siendo el niño que se emocina pensando en su Motoreta de muelles de pega. Muak!!!!
(La entrada llegó. Tarde, pero llegó. Lo siento)
Muchas gracias. Es todo un detalle y un lujo ser el protagonista de esta entrada. La imagen está cargada de guiños a nuestra historia juntos y el relato me recuerda a esos veranos interminables que vivía de niño en judes. Es como si lo hubieras visto, como si me hubieras conocido. Y aunque suene increible me ha hecho recordar esas imágenes que se te quedan grabadas para siempre, los otros juegos que también tuve y hasta los olores y sensaciones de aquellos veranos. Hasta me he mirado la rodilla para ver como iba la herida jejeje... Yo creo que si un día cualquiera nos dejáramos caer con mis padres por "la zona" recreativa Barcinova, cualquiera que me reconociera acompañado de ellos me llamaría aún Rumenigge.
ResponderEliminarMuchas gracias
Me encanta que te encante!!!!
ResponderEliminarYa sé que no es un relato verídico del todo y que... he mezclado sucesos y fechas pero... creo que El Rumenigge sería un protagonista de una historia fantástico... q pena no dedicarme a esto de escribir y demás... haría una peli para ti... Regalarte por el cumple una peli basada en tu vida sería... la hostia no??? XD
Te quiero!!!